22 agosto 2006

Ferrero remonta el vuelo

Las lesiones, la dureza del circuito y su propia autoexigencia no le pusieron las cosas fáciles al de Ontinyent.

El 21 de febrero del 2005, Juan Carlos Ferrero ocupaba el puesto 98 del ranking mundial. Era su peor clasificación desde que iniciara su aventura profesional en 1998. Las lesiones y la dureza del circuito, al que se iban incorporando nuevos ‘gallitos’ con una ambición sin límites –léase Rafael Nadal–, le pusieron las cosas difíciles a un hombre como él, acostumbrado a ganar o, al menos, a estar en las rondas finales de los torneos que disputaba. Se rehizo y llegó a estar a las puertas del ‘top-10’ en octubre pasado (11 del mundo) pero volvió a retroceder y pasó a estar relegado a un segundo plano. Le costó aceptar esa nueva situación.

Pero Ferrero no es un hombre que se rinda ante las adversidades. Está acostumbrado a batallar, a luchar por lo que quiere. Y lo que quería era demostrar que está al nivel de los mejores. No lo tenía fácil porque su ranking le emparejaba con rapidez, en las rondas iniciales, con los primeros espadas del tenis masculino. Eran partidos que, un par de años antes, “eran las semifinales o la final”, recuerda Juan Carlos.

Esa circunstancia tuvo sus consecuencias en la pista. Sin quererlo, cambió su estilo de juego. Ya no era agresivo, se limitaba a “jugar, golpeando la bola y esperando el error del rival”, reconoce. Había dejado de ser el Ferrero al que nadie quería ver al otro lado de la red. Los rivales le habían perdido el respeto... Y había que volver a ganárselo. Empezar de cero después de haber estado en lo más alto. Una transición nada fácil pero en la que ‘Juanca’ no ha cedido ni un milímetro en el último año y medio.

El y su entrenador, Antonio Martínez Cascales, se pusieron manos a la obra. Consideraron que quizá la incorporación de alguien nuevo a su equipo de trabajo les ayudaría. Así, pensaron en Josep Perlas, que acababa de desvincularse del argentino Guillermo Coria y en quien ya habían pensado con anterioridad. Perlas, antiguo entrenador de Carlos Moyà y Albert Costa, goza de una muy buena reputación entre los miembros de la ‘Armada’. Le transmitió ilusión y motivación, además de ayudarle a trabajar diversos aspectos técnicos que había que cambiar.

No fue el único cambio. Hubo más. El primero, material: la raqueta. No se sentía a gusto y recuperaron un viejo modelo con el que él ya había jugado. Las sensaciones regresaron y en los dos últimos meses “estaba jugando muy bien. Los resultados no llegaban, pero me sentía muy cómodo en la pista”, explica.

Era cuestión de tiempo y de paciencia. Había que sacar lecturas positivas de esos partidos que había luchado ante los Federer y Nadal, los ‘intocables’. Al suizo le había tenido, incluso, contra las cuerdas, con dos ‘match balls’, en Dubai el año pasado. Pero, en lugar de eso, bajaba la cabeza y no veía el modo de reaccionar.

Y la reacción llegó en Cincinnati, en el mejor de los momentos, antes del último Grand Slam de la temporada, el US Open, donde figurará entre los principales cabezas de serie ya que, desde ayer, ocupa el puesto 18 del ranking mundial. Llegó allí siendo el número 31 tras un humillante derrota ante el chileno Fernando González en Toronto. Y las cosas no se perfilaban más esperanzadoras en Cincinnati, donde el cuadro era implacable. Y fue entonces, cuando nadie se lo esperaba, cuando dio el golpe sobre la mesa recordándonos que sigue ahí: James Blake, Rafael Nadal y Tommy Robredo, tres ‘top-10’. Hacía más de un año que no lograba doblegar a ninguno. Ha vuelto.

Fuente: Diario Sport

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